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¿Seguro eres inseguro?


Cierto día me llamó un joven con voz firme, para asistir a terapia.


- Quiero una cita por favor. De ser posible esta semana.


No preguntó nada más y agendamos una cita para vernos. Llegó a la hora, tomó asiento, lo saludé y dijo muy puntual:


- Quiero trabajar mi problema de inseguridad, porque estoy seguro que eso es lo que me detiene a cumplir mis metas y objetivos.


Lo observé unos segundos, ya que su frase me dejó pensando. Pasaba su enunciado una y otra vez por mi mente.


- ¿Quieres trabajar tu problema de inseguridad?

- Sí.

- ¿Seguro?

- Sí.

- ¿Eres inseguro?

- Sí.

- ¿Estás seguro que eso te detiene a cumplir tus metas y objetivos?

- Sí.

- ¿Estás seguro?

- Sí.


Esta conversación con mi paciente, se me presenta a cada rato en mi consultorio. Él fue a trabajar su problema de inseguridad, sin embargo, fue conmigo completamente seguro de su problema, de lo que quería trabajar y con mucha seguridad afirmaba su inseguridad.


Es frecuente que en ciertos rubros pensemos que somos inseguros. En muchos casos sucede porque así nos lo indicaron otras personas o desde niños. Puede ser inseguridad o puede ser cualquier otra etiqueta o creencia limitante que con toda honestidad no sabemos que tenemos y que es muy recomendable remover o eliminar de nuestra memoria. Mi paciente dijo muy seguro que quería trabajar su problema de inseguridad y también dijo, que está seguro que eso le detiene a cumplir sus metas y objetivos. Creo que lo que le detiene es la etiqueta, no la inseguridad. Es cuestión simplemente de que nos veamos al espejo y reconozcamos quiénes somos, lo que somos, lo que somos capaces de hacer y no lo que otras personas nos dicen que somos o parecemos.


E. W. Stevens dice que quien comienza por sentirse capaz, acaba por serlo. En efecto, del mismo modo que si escuchamos “este muchachito es medio inseguro” es muy probable que tengamos eso en el inconsciente grabado y nos la creamos, aunque nuestra realidad sea totalmente diferente.


Atrévete a verte en un espejo, a observarte, a ver cada detalle de tu rostro muy de cerca, a ver con detenimiento cómo es tu piel, tus expresiones, tu mirada, tu sonrisa, lo que otros ven a diario… y después observa la maravilla de irte descubriendo poco a poco. Tú. Sin que otras personas opinen. Descubriendo tu seguridad que muy probablemente, como mi paciente, tengas a flor de piel. Con ese amor con que van mis pacientes a consulta para solucionar problemas graves, o simplemente para ser mejores de lo que ya eran. Con esa seguridad.


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